Charles Chaplin deja de hacer películas mudas. Él, como muchos actores, no era entusiasta de la nueva tecnología que permitía diálogos y sonidos.
Con El gran dictador (The great dictator, 1940) tuvo que cambiar su parecer para hacer su farsa sobre Adolf Hitler, quien justamente poseía el mismo tipo de bigote.
La primera farsa sobre el nazismo fue realizada en paralelo con esa época, dos años antes del fin del conflicto.
Una película que revolucionó la satira proveniente de una de las mejores mentes del cine mundial. Luego vino Mel Brooks y tantos otros.
A continuación, la última escena.
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