Basada en la novela homónima de Gabriel Bañez, Los chicos desaparecen (2007) cuenta con la actuación de Norman Brisky, uno de los pocos actores versátiles de Argentina, quien oficia de relojero parapléjico acusado del secuestro y desaparición de unos menores.
Realizada con muy bajo costo, se anima a tener elementos muy buenos como efectos especiales de computadora para potenciar el interés, pero con el paso del tiempo (justamente lo que se menciona varias veces en los noventa minutos) esta historia fantástica se debilita por los flojos diálogos, un clima teatral (aunque es potenciado por pocos planos que sirven para bajar los costos), la única idea de la investigación y entrevistas del investigador, vestido a la Humprey Bogart (Lorenzo Quinteros), problemas de montaje(algunas escenas tendrían que tener un corte unos segundos antes) y de mostrar recuerdos de los buscados como plan de generar intriga.
Estos defectos hacen que la trama deje de interesar, porque no contribuye a la suspenso que quiere generar y la convierte en una más.
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