Un hombre acostado, que siente la brisa del aire en su piel, decide levantarse tras unos breves minutos en esa posición y, una vez de pie, decide seguir la mitad del camino de cuerda que le falta. Mientras ignora la multitud que observa a miles de metros hacia abajo, el equilibrista, de nombre Philippe Petit, vive el momento más feliz de su vida, yendo de una torre gemela a otra sobre una extremadamente delgada pasarela. No parece importarle la presencia de uniformados agentes del orden que lo esperan en destino.
El cómo hizo la hazaña, pasando por la realización y el después, es de lo que se trata este documental, uno de los más galardonados a nivel mundial y reciente ganador del Oscar.
Imágenes dramatizadas, espectaculares imágenes de archivo de los ensayos, una muy buena música incidental y ritmo entretenido son algunos de los elementos que destacan esta obra perteneciente al género más discriminado por los distribuidores cinematográfico y público.
Es maravilloso ver cómo, o hasta dónde, el hombre pensó en detalles para que la prueba fuera exitosa. Eso se ve, por ejemplo, cuando Petit se cuelga, con sus manos, de una columna de una de las torres, aún en construcción, para levantar sus pies y así calcular la intensidad del viento. Más aún, es ver cómo, a partir de eso, sus amigos recrean al viento para una de las prácticas del equilibrista.
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