Matar a Videla (2009) es una opera prima que cuenta la historia a través de la visión de su protagonista, usando sus palabras con cierto tono moralista más que de observación.
Julián, interpretado por Diego Mesaglio, es el joven de veinticinco años que deja su trabajo en una oficina como la relación con su novia y se plantea un fuerte cambio de vida: suicidarse, pero asesinando al ex dictador Videla antes.
Pero esta propuesta cinematográfica queda en pretensiones y en un muestrario de, lamentablemente, defectos. Y eso se ve en el guión, que incluye flojos diálogos y una llegada tardía del conflicto, en malas tomas, con fuera de focos o problemas de fotografía, y pobre dirección de actores, que parecen calcados de una pésima telenovela.
El punto de vista empleado, mediante la narración en off del protagonista, recuerda al de su par de Trainspotting (Trainspotting, 1996), pero cayendo en la denuncia social y con un tono aburrido por su monotonía.
Pasan los minutos y, si uno observa bien ciertos detalles, se notará fallas algo absurdas, como cuando roba un candado de puerta de rejas que perfectamente se puede saltar, de casi medio metro de alto, en una secuencia que no genera suspenso. Encima, al principal actor, que le falta muchas clases de actuación, que por sus enseñanzas de torso desnudo nos revela un buen físico como para necesitar de ese aparato de hierro.
El director necesitará una fuerte autocrítica, si es que querrá seguir contando historias y que la gente la vaya a ver.
Julián, interpretado por Diego Mesaglio, es el joven de veinticinco años que deja su trabajo en una oficina como la relación con su novia y se plantea un fuerte cambio de vida: suicidarse, pero asesinando al ex dictador Videla antes.
Pero esta propuesta cinematográfica queda en pretensiones y en un muestrario de, lamentablemente, defectos. Y eso se ve en el guión, que incluye flojos diálogos y una llegada tardía del conflicto, en malas tomas, con fuera de focos o problemas de fotografía, y pobre dirección de actores, que parecen calcados de una pésima telenovela.
El punto de vista empleado, mediante la narración en off del protagonista, recuerda al de su par de Trainspotting (Trainspotting, 1996), pero cayendo en la denuncia social y con un tono aburrido por su monotonía.
Pasan los minutos y, si uno observa bien ciertos detalles, se notará fallas algo absurdas, como cuando roba un candado de puerta de rejas que perfectamente se puede saltar, de casi medio metro de alto, en una secuencia que no genera suspenso. Encima, al principal actor, que le falta muchas clases de actuación, que por sus enseñanzas de torso desnudo nos revela un buen físico como para necesitar de ese aparato de hierro.
El director necesitará una fuerte autocrítica, si es que querrá seguir contando historias y que la gente la vaya a ver.
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