Puentes (2009), la opera prima de Julian Guilianelli, habla de ser amigos a los doce años recurriendo al género dramático.
Se trata de unos chicos que viven en una ciudad distante a la ciudad capital, amigos muy inseparables que se sientan juntos en el aula de la escuela o juegan al futbol en un baldío.
Uno de los problemas del guión es que el conflicto aparece muy tardíamente y sin contarnos algo que nos haga amena la espera: uno de ellos le roba el arma al padre de otro lo que desatara un suceso desafortunado y que cambiará sus vidas para siempre. Pero es que el guión delata sus falencias, sus pobres diálogos, el armado de sus escenas y su falta de ritmo (ahí la culpa es de montaje como de la dirección).
Puentes podría compararse con la norteamericana Mi primer beso (My girl, 1991) por querer contar un hecho trágico que hace crecer de golpe a esos jóvenes de pocos años.
Uno lamentablemente se aburre y empieza a encontrar otros problemas, como la ingenuidad en el vestuario, quien jugo al futbol alguna vez sabe que es incomodo jugar con campera desprendida haga o no frío.
Es corta la película, unos setenta y siete minutos, quizás merecía ser un corto por lo que se quiere contar y realmente resulta ser una pena sin nada interesantemente a favor para señalar, aunque intente encontrarlo.
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