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jueves, 18 de febrero de 2010

Critica: Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino

Bastardos sin gloria (Inglourious basterds, 2009) se basa en desprenderse, en mofarse, de ciertas cosas que dicen los libros de historia sobre el nazismo, no para hacer propaganda pro-Hitler sino para ambientar a su idea principal. Esa idea es el grupo de soldados judíos norteamericanos (encabezado por Brad Pitt) que dan titulo al largometraje y que tiene por objetivo, propuesto por Quentin Tarantino, es matar a soldados Nazis, misión que cambia cuando surge la oportunidad de matar al dictador alemán y sus segundos durante una función en un cine y, así, terminar con la segunda guerra mundial.

Con puntos en común con el cineasta ítalo Sergio Leone, uno de sus directores preferidos, Tarantino escribe una trama en donde la tensión pasa, más que nada, por sus diálogos, sobre todo a comparación de sus anteriores films que ya eran muy hablados.

Y si bien hay charlas muy o demasiadas largas, en algunos momentos esa duración viene bien para tensarnos, para meternos en el suspenso, que si se usaran otros planos sería más explicito todo. El mejor ejemplo de situación donde esta herramienta es bien usada es la escena en un bar subterráneo (necesariamente larga), donde también el montaje muestra su excelente nivel.

Como director de cámaras, Tarantino propone nuevos aires a su estilo en usar la escenografía para un solo plano a modo de complementar las características de sus personajes, como esa donde esta Hitler con un cuadro gigante de él de fondo que nos demuestra la fastuosidad y egocentrismo de ese régimen de gobierno por ese oscuro personaje.

Pero el problema de Bastardos…, es que Tarantino sigue buscando contentar a sus millones de fanáticos alrededor del mundo mostrando personajes o hechos que no aportan a lo que se pretende contar o al ritmo que se quiere conseguir. Se ve eso cuando sale el Sargento Donowitz de un túnel, luego de una muy larga espera, con un bate de beisbol para pegarle a un jerarca o en la historia pasada del Sargento Stigliz que por más buena que esté no refuerza.

Tengo que aclarar que no soy de los que odian a Tarantino, sino que era fanático cuando vi su opera prima Perros de la calle (Reservoir dogs, 1992) antes de que se estrene de Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994). Pero es que se ve que tiene más ganas de salir airoso en taquilla que en hacer algo jugado como Triple Traición (Jackie Brown, 1997) o volverse a animar a hacer algo como Grindhouse (2007).

Por suerte la película ofrece muy buenas imágenes como escenas y un villano digno de cumplir con las reglas de creación de esta clase de personajes de Alfred Hitchcock. El austriaco Christoph Waltz, como el Coronel Hans Landa, entrega muy buenas pronunciaciones en diferentes idiomas como gestos que aportan a las características que le proporciona el guion.

No digo que no haya que verla, pero también digo que hay que conocer a otros directores como Sam Peckimpah, por ejemplo.

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