Cuesta hacer comedia, cuesta acertarle con los chistes como hacerlos novedosos. Pero hay un riesgo que es el peor a todos, cuando se hace comedia involuntaria por más que sea el género establecido de la obra. A Castro (2009) le pasa esto.
Desde el primer momento, y por varios minutos, se ven corridas en clave de persecución. Estas corridas, que podrían ser más rápidas, se aprecian en cámara en mano que hace paneo hacia los costados. Al ser planos de larga duración, con faltas de ideas para filmar, no consigue tensión y le empieza a jugar en contra. Pero con el tiempo no se ven muchas ideas más que persecuciones, por lo que se tornan reiterativas.
Luego los personajes hablan en un tono que no es común, hasta los personajes más reos dicen palabras complicadas, y que junto a una forma de filmar pretende ser gracioso, pero como es muy largo todo le empieza a jugar en contra.
Muchas situaciones están puestas solo por ser raras y no tienen mucha explicación, como el trabajo que consigue Castro, el personaje que da título al film. Hasta el humor más absurdo tiene cierta lógica.
Los actores están atados a los diálogos, se limitan a los matices proporcionados por el director, que parece querer dar un único registro para darle identidad al relato. Se le escapó corregirle la forma de moverse actor que usa muletas, se asemeja a un error grosero de actuación que de necesidad.
Pasan noventa minutos y uno se lamenta a que no se haga un corto de esto. O que se haya trabajado aun más en el guion. O explicado algún comportamiento de los personajes, como porque lo corren. O pulido los chistes, que buscan tener algo de homenaje a la comedia clásica.
El humor es en realidad un asunto serio.
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