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jueves, 30 de julio de 2009

Crítica a film argentino:Una semana solos, de Celina Murga

Hay un nuevo subgénero en el cine argentino. Este había hecho su debut en la comedia Cara de queso, mi primer ghetto (2006) y tiene como eje la vida en los “countrys”, barrios privados que surgieron en demasía en la década del noventa donde la gente de alto nivel económico vivía en búsqueda de mayor seguridad como tranquilidad.

Una semana solos (2008), la segunda película de Celina Murga, cuenta con un agregado útil para llamar la atención del potencial espectador, la inclusión en los créditos de Martin Scorsese como presentador.

Más allá de este reconocido nombre, hay que analizar la obra como tal, hasta si se tratará de una de este director legendario, cosa que a la critica le cuesta diferenciar.

Esta película cuenta la historia de unos chicos que son dejados con la niñera en el “country” por sus padres, quienes se fueron de viaje. Estos niños, que en promedio son pre-adolescentes, tienen como pasatiempo entrar a casas ajenas cuando no hay nadie. También se los ve yendo a un colegio cercano o disfrutando de la pileta.

Se ve siempre un clima extraído de una película de Lucrecia Martel. De hecho, hay un plano que recuerda a uno de su opera prima, La ciénaga (2000), ese donde los chicos, justamente los chicos, están de traje de baño frente a una pileta (en el caso de la de Martel, el agua es dista de ser cristalina). El guión parece poseer el mismo estilo de sus escritos, pero lo que va aconteciendo no parece llamar la atención.

A las escenas parecen faltarle más trabajo, son más que buenas intenciones inacabadas. Por momentos juega a querer ser una comedia (en la primera visita del guardia de seguridad o cuando roban el auto), y cuando va por ese camino, y ese camino es bueno, vuelve a usar un tono solemne, serio, que parece extraído de un cine de denuncia (la denuncia sería la irresponsabilidad de los padres).

El nuevo personaje que aparece en el medio de la historia, el hermano de la niñera, no aporta mucho, también le falta más participación y profundidad de caracteres, y el conflicto que desenlaza o participa surge tímidamente como lo demás que se muestra en el film.

El reparto está muy bien, es lo mejor en la película. La nena que aparece en el afiche, Guadalupe Capobianco, luce una expresividad que puede compararse con Dakota Fanning o Mara Wilson, aunque no le toque sonreír.

Mucho mejor que Ana y los otros (2003), la directora está encontrando su camino.

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