Un director de cine vuelve a Bella Vista, lugar donde crceció y vivió antes de ser una personalidad distinguida, para buscar locaciones para su nueva película. Lo acompaña su director de fotografía quien escucha atentamente cada descripción que hace sobre el lugar.
Ese redescubrir del sitio le hace recordar sucesos pasados, desde su niñez pasando por sus primeros años dentro de la labor cinematográfica cuando a cuadras de su casa se plantan los estudios San Miguel, unos de los símbolos del cine argentino clásico.
A simple pensamiento, sobre todo cuando a uno le gusta las películas que hablan de otras películas, parece ser una buena historia para ver, pero Anibal Di Salvo, realizador de flojos largometrajes como del guión de éste, recurre siempre a la melancolía mal manejada en sus diálogos, humor, situaciones y actuaciones y, encima, no sabe disimular el bajo presupuesto que tiene, mediante encuadres o arreglos de escenas.
También el guión ofrece momentos que no aportan en sí al relato, también buscando ese sentimiento de rememoración. Es como si quisiera poner toda lo que se quiere contar sin pensar en el qué es conveniente y qué no, quiere contar sobre la visita del Zeppelin, la muerte de Gardel, por ejemplo.
El título le juega en contra, más que nada comercialmente, a esta obra que por momentos muestra mal encuadres y fotografía, pero que desestusiasma más porque el remate es una mala publicidad sobre la actualidad del cine argentino y su futuro de miles de estudiantes en todo el país.
¿Por qué se usan fondos del Instituto de Cine para algo malo? ¿Por qué le cuesta a otros directores conseguir apoyo si sus proyectos son mejores?
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