Carlos Sorín no es un cineasta más, ha pasado por muchos momentos que podrían despertar envidia como respeto a cualquier otro que haga películas: su opera prima (La película del Rey, 1986) es considerada una de las mejores obras del cine argentino, su segundo film (Eversmile, New Jersey, 1989) dirigió a un ascendente Daniel Day Lewis y luego de más de una década de filmar cortos publicitarios, y no largometrajes, realiza Historias mínimas (2002), una de los trabajos más importantes del cine argentino de la presente década, en cuanto a éxito de público y crítica.
El Sorín modelo 2009 propone, esta vez, cambiar su estilo narrativo, de uno más parecido al norteamericano pasa al europeo. Esto le sirve para contar la historia de Antonio, un anciano que sabe que esta pasando sus últimos días de vida y que está recluido en una habitación cuya única salida del lugar es mirar el paisaje que le ofrece una gran ventana. Lo otro que parece alegrarle, motivarlo, es la inminente llegada de su hijo, pianista de fama mundial.
Sorín va mezclando un clima claustrofobico, nervioso por el continuo tic tac del péndulo del reloj de pared, muchos silencios y planos largos, junto a momentos de humor que Sorín suele condimentar sus historias y que, en esta, es de vital importancia para no lograr una pesadez en el relato.
En La Ventana (2009) Sorín experimenta, se arriesga, con renovarse y, aunque por momentos muestre cierta falta de práctica con este modelo de narración, logra un film atinado gracias a su condición de guionista y a su dirección actoral de un reparto que varía entre los profesionales, Luis Luque y Carla Peterson, y los, que él denomina, no actores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.