Seguimos intentando hacer justicia recordando directores contemporáneos que valen la pena tener en cuenta y que, lamentablemente, son tenidos en cuenta como si fuesen uno más.
Stephen Frears: Para mí, Frears tiene puntos en común con Ettore Scola. Como el italiano, se destaca por la dirección de actores y por retratar a personajes en un determinado mundo social. De su filmografía se destacan Ropa limpia, Negocios Sucios (My beautiful laundrette, 1985), Ambiciones prohibidas (The grifters, 1990), por no citar las famosas Relaciones peligrosas (Dangerous liaisons, 1988), Alta fidelidad (High fidelity, 2000) y, la para mí difícil de realizar, La Reina (The Queen, 2006). Este año se estrena la romántica Chéri, que compitió en el último Festival de Berlín.
Sam Raimi: Si filma como los hermanos Cohen se debe a su amistad desde que los tres se iniciaron en el cine. De hecho, los Cohen estuvieron involucrados en la opera prima de Raimi, Diabólico (The evil dead, 1981). Sus historias poseen homenajes a Los Tres Chiflados como tinte fantástico. Tras intentar hacer su versión de Batman y La Sombra, crea un superhéroe de su autoría, Darkman: el rostro de la venganza (Darkman, 1990), pero el tiempo le dio la chance de filmar a su superhéroe favorito, El Hombre Araña. Los críticos conservadores se maravillaron con Un plan simple (1998) y sus fanáticos se defraudaron con Enamorado (For love of the game, 1999) y Premonición (The grift, 2000). Este año se estrena Arrastrame al infierno (Drag me to hell, 2009), su regreso al terror y a films que no sean sobre Peter Parker y, en los próximos años, promete la nueva versión de Diabólico y otra del arácnido aventurero. Lo curioso es que tiene muchos puntos en común con Peter Jackson, quien ya es reconocido.
James Cameron: Tuvo su pico máximo cuando rompió todos los pronósticos con Titanic (Titanic, 1997), que lo convirtió en “El Rey del mundo”, pero antes solía sorprender con películas ingeniosas como Terminator 2: Juicio Final (Terminator 2: Judgement day, 1991) y Mentiras Verdaderas (True lies, 1994). De tener una carrera como especialista de efectos especiales, debuta con la bizarra Pirañas 2 (Pirañas Part Two: The spawning, 1981), por la que tuvo diferencias con el productor Roger Corman, y, luego, tuvo su revancha sorprendiendo a todos con Alien, el regreso (Aliens, 1986), considerada por muchos como la mejor de la saga. Es el más obsesivo del cine contemporáneo, no sólo se obliga a sí mismo a escribir las historias que rodará sino se involucra en el desarrollo de tecnologías de filiación como de post-producción. Este año vuelve al cine de ficción Avatar tras doce años, que es más importante estreno del presente año y que promete una revolución visual. Viniendo de él, no lo dudo. No pudo filmar El hombre araña, con Leonardo Di Caprio.
Alan Parker: Empezó como guionista del clásico Melody (Melody, 1971) y debutó como director fracasando en taquilla con Bugsy Malone (Bugsy Malone, 1976). Su opera prima no fue su único musical, ya que se sumó Fama (Fame, 1980), The Wall (Pink Floyd The Wall, 1982), Camino a la fama (The Commitments, 1991) y Evita (Evita, 1996). Fue nominado dos veces al Oscar por sus labores de director en Expreso de medianoche (Midnight express, 1978) y Mississippi en llamas (Mississippi burning, 1988). Su última estreno fue La vida de David Gale (The life of David Gale, 2003), muy recomendable.
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